Acaba este 2021 con una sensación agridulce y un estado permanente de incertidumbre que parece que se ha instalado entre nosotros y no tiene pinta de que vaya a despejarse tampoco en 2022, al menos en lo poco que se puede otear en el horizonte más inmediato.
Para los transportistas, este año ha sido complicado, pese a que la demanda de transportes se ha ido recuperando, incluso mejorando los niveles prepandemia en casi todos los tipos de transportes, a excepción claro de aquellos que han venido padeciendo la crisis de la falta de componentes, en especial los porta coches. Pese a esta recuperación de la demanda, único punto positivo (hasta los últimos días del año), el sector del transporte por carretera se ha visto inmerso en lo que nosotros hemos entendido como la "tormenta perfecta", un cúmulo de circunstancias, tanto estructurales como coyunturales que han puesto en jaque al sector como pocas veces lo hemos visto.
En esta revista, hemos querido detenernos en algunos aspectos que han contribuido a formar esta tormenta, aspectos ya crónicos como la falta de conductores profesionales, que no es nueva, pero que a la que el sector sigue sin poder dar solución, mientras que la generación actual de transportistas ronda la edad media de 55 años y se acerca peligrosamente al abandono de la profesión sin que haya un relevo generacional claro.
Otros de índole coyuntural, motivados por ese Tsunami llamado pandemia que ha “reseteado” la economía mundial y está cambiando por completo los (frágiles) equilibrios en los que se mueve nuestra sociedad. Entre otras cosas, ha provocado un incremento del precio de las energías en general, aunque lo que más afecta al transporte es el precio del gasóleo, que arrastra subidas interanuales que ya superan el 32%.
Basta pensar en que este coste supone el 31% del total de costes que soporta una empresa para comprender la magnitud del problema, si, como ocurre en este sector (al menos hasta ahora) a los transportistas les es imposible repercutir estos incrementos de costes en las tarifas que cobran a sus clientes.

Ahora está en manos del propio sector defender lo que con mucho esfuerzo se ha conseguido sobre el papel y trasladar esa unidad de acción a la calle, que un transportista deje de ser el peor enemigo de otro transportista.

 
Y aquí viene la parte dulce, al menos la esperanza de poder saborear un trago menos amargo, que nos ha dejado este año casi al toque de campana: el sector, con el agua al cuello como en muchas otras ocasiones (ya se ha convertido en una forma de trabajar/sobrevivir) dice que no aguanta más y se planta ante Administración y cargadores, con los que lleva dos años infructuosos de negociaciones, con el mismo decálogo de reivindicaciones que llevo oyendo prácticamente desde que trabajo en este sector, (y son más de 20 años ya):  Carga y descarga, revisión del precio del transporte por la variación del precio del gasóleo, euroviñetas…. Lo de siempre.
Pero esta vez con una salvedad: la unidad de acción de un denostado Comité Nacional de Transporte por Carretera que traza unas líneas rojas en la negociación, bajo la presión de un paro patronal los días previos a la Navidad, con todo lo que esto significa. Reconozco que como muchos otros, escépticos, llegamos a pensar que nuevamente todo quedaría en un “Pluff” mediático, un par de concesiones para salvar los trastos y otro año de penurias por delante.
Pero no sucedió así, y a una negociación maratoniana de 7 reuniones, (la última de ellas cerca de 11 horas ) le siguió la firma de un acuerdo que puede suponer un punto de inflexión para el transporte, tanto por la trascendencia de lo conseguido como por cómo se ha conseguido.
Esta unidad de acción, este protagonismo del CNTC, el fracaso del “ruido” externo proveniente de “grupúsculos” del propio sector que intentan cobrar un protagonismo que no tienen, la constatación de que el lobby de los cargadores no siempre tiene la llave y de que, a partir de ahora la relación contractual entre unos y otros puede equilibrarse un poco más, es casi mejor que los logros conseguidos.
Ahora está en manos del propio sector defender lo que figura sobre el papel y trasladar esa unidad de acción a la calle, que un transportista deje de ser el peor enemigo de otro transportista.

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