La insaciable voracidad de los cargadores y no la falta de interés de los transportistas es lo que verdaderamente está destrozando la productividad del transporte, con un incremento de los costes continuos, que han reducido la rentabilidad de las empresas a prácticamente cero.
Esa es la palabra que parece caracterizar mejor que ninguna otra este arranque de 2019 y las perspectivas a corto y medio plazo que se ciernen ante nosotros tanto en el panorama nacional como en el entorno de la Unión Europea.
El sector apura la negociación con los ministerios con competencias en transporte por carretera, sobre los que pende la “espada de Damocles” de un conflicto nada deseado. La pregunta es: ¿está el sector suficientemente unido como para, llegado el caso, forzar una negociación por la vía de la fuerza?
El transporte es el sector que genera un mayor volumen de gases de efecto invernadero en nuestro país, y en los de nuestro entorno, y su evolución es objeto de un creciente debate, no solo por la preocupación sobre la calidad del aire en nuestras ciudades, sino también por la revolución que está experimentando, gracias a la digitalización y a la adopción de nuevos modelos de movilidad.
El transporte de mercancías por carretera parce haber llegado a un punto de no retorno, en el que las opciones que se le presentan son: apretarse un poco más el cinturón, o plantarse y decir hasta aquí hemos llegado. Se trata de una decisión largamente aplazada, pero que pide una resolución a gritos.
Este año, además, la feria ha servido para dibujar una línea perfectamente nítida de hacia donde avanza el sector, un camino que transita a través de la conectividad y la digitalización hacia la automatización, incluida la conducción, y el trasvase hacia propulsiones alternativas. De todo ello, os ofrecemos un amplio reportaje en este número, y algunas de estas propuestas las iremos desarrollando en profundidad en números sucesivos, pues creemos que merecen toda nuestra atención.
En los tiempos que corren, esta afirmación supone, por si sola, un acto de rebeldía, poco más que declararse un reaccionario anclado en lo antiguo, cuando no directamente un radical antisistema. Pero lo cierto es que, nos guste o no, al diésel le queda un largo camino por recorrer. Eso sí, habrá que ver cómo y con quien comparte mercado, que, a dia de hoy, es una de las incógnitas que atenazan a una industria, la de la automoción, deseosa de tener una hoja de ruta clara sobre la mesa.