Bienvenido nuevo Ministerio de Transportes. Adiós al viejo Fomento. El cambio de nomenclatura ha sido bien acogido por un sector que, ahora espera que se traduzca en una mayor visibilidad de esta actividad ante la Administración.
2020 comienza con la sensación de que todo es nuevo pero nada cambia. Es cierto que empezamos con aires nuevos, aires de cambio en cuanto al panorama político, con la formación (por fin) de un Gobierno, una noticia que tal y como han transcurrido los últimos meses, ya supone una novedad. Eso sí, habrá que ir viendo, en el tema que nos ocupa, pues no vamos a entrar en otras disquisiciones políticas, si habrá algún cambio o todo seguirá igual.
En principio, no sería una buena noticia para una actividad tan importante como el transporte de mercancías por carretera que nada cambiase, pues este sector lleva “sufriendo” su propio éxito ya demasiado tiempo, un éxito “bipolar” que provoca que cuanto mejor les va a los grandes operadores y empresas de transporte, peor les va al resto; autónomos, pymes, e incluso medianas empresas sufren la competencia salvaje, desleal y consentida por parte de la Administración, solo al alcance de unos pocos dispuestos a quedarse con todo el pastel al precio que sea.
El anuncio del nuevo Gobierno de que quiere dar visibilidad al transporte, empezando por el cambio de designación del Ministerio de Fomento a Ministerio de Transporte (compartido eso si con Movilidad y Agenda Urbana) puede ser una muestra de que de verdad existe la voluntad de cambiar las cosas. Este sector necesita primero que nada un reconocimiento público a la labor que desempeña diariamente y que hace posible cosas que, por naturales y cotidianas, hemos dejado de apreciar en su justa medida. Y supone también un reconocimiento a lo que significa para nuestra economía: 6% del PIB, 4,4% del empleo, más de 12.500 millones de euros en aportaciones fiscales a las arcas públicas…..vamos, un sector estratégico con todas las letras.
Pero detrás de esta capa dorada, hay toda una realidad social que no brilla de la misma manera, al contrario, se apaga como consecuencia de unas condiciones laborales y de mercado cada vez más asfixiantes y que, si nadie lo remedia, van a acabar provocando un colapso interno
Es por ello, que el nuevo Ministerio de Transportes, debe superar el ámbito de actuación del viejo Fomento, ya saben, aquel cuyo máxima obsesión era acabar con la excesiva “atomización” del sector, como si ese fuera el causante principal (y único) de todos los males que aquejan a este sector. Este Ministerio debe empezar a ocuparse, al fin, de lo que de verdad importa. Y esto no es otra cosa que crear las condiciones básicas para que todos puedan ocupar su espacio, con las mismas reglas de juego. Luego, que cada uno haga valer su fortaleza: unos aprovechando las sinergias lógicas de las grandes estructuras, la internacionalización, economías de escala, etc, y otros su extraordinaria “flexibilidad” para llegar allí donde otros no son capaces, o no les resulta rentable.
En este sentido cobra una importancia capital la negociación de la tabla reivindicativa que el Comité Nacional de Transporte puso sobre la mesa hace un año, con doce medidas entre las que cobran especial relevancia tanto aquellas encaminadas a acabar o regular la competencia desleal (empresas buzón, falsas cooperativas, etc) como las que tienen que ver con las relaciones contractuales, tan viciadas desde hace muchos años; aspectos como el incomprensible “pacto en contra”, una cláusula cuyo objetivo es anular lo dispuesto en el propio articulado de Ley del contrato de transportes, es un anacronismo infame que no debería tener sitio en ninguna normativa moderna.
Y como no…¿por qué no abordar el resbaladizo tema de las condiciones económicas abusivamente bajas, más allá de los costes mínimos de transporte? Es obvio que no es un tema fácil, por su supuesta injerencia en la sacrosanta libertad de mercado. Pero hay otros países que han tenido el valor, no de acabar con esta libertad, pero si de establecer las pautas en las que debe desarrollarse para que no se convierta en una jungla en la que sólo sobreviven los más fuertes, aunque no sean los mejores.
Bienvenido nuevo Ministerio de Transportes. Adiós al viejo Fomento
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