Hemos entrado de lleno en el debate de si faltan conductores, que cada vez es más difícil conseguir buenos profesionales (bueno… profesionales a secas) que les interese incorporarse a esta profesión, otrora tan demanda y, por qué no decirlo, tan valorada, al menos como “refugio” profesional.
Si 2017 terminó con la extraordinaria noticia de haber conseguido la tan deseada prórroga de los límites para poder tributar por el régimen de módulos, 2018 no ha hecho nada más que empezar y ya se barruntan cambios trascendentales en un horizonte no muy lejano.
Imagino que como nosotros en su día, cuando uno pone en marcha un proyecto, el que sea, lo hace con la intención de tener éxito, de perpetuarlo en el tiempo, hacerlo viable y que crezca con el esfuerzo y el trabajo diario. No sé si 20 años es tiempo suficiente para decir que hemos tenido éxito, pero sí que podemos afirmar que el camino ha sido apasionante. Sólo el haber podido ser testigo de la increíble trasformación que ha sufrido este sector en estos 20 años de camino, ha hecho que tanto esfuerzo haya merecido la pena.
En un mundo globalizado como el nuestro, como el europeo, se enfrentan cada vez estas dos cuestiones: por un lado conseguir homogeneizar al máximo las condiciones laborales de los países que forman parte de Europa, y por otro, salvaguardar los elementales principios de la libre circulación de personas y mercancías, vengan de donde vengan (siempre dentro del territorio acotado por la UE, se entiende).
En los últimos meses se ha convertido en una constante: a cada foro al que acudimos, a cada presentación a la que vamos, en cada corrillo con el resto de la prensa en el que charlamos sobre diversos temas que atañen al transporte por carretera, siempre se menciona el oscuro panorama que parece aguardar a los transportistas autónomos en España. Quien así piensa, hace gala de un profundo desconocimiento tanto de la realidad social de esta actividad en nuestro país como de la propia idiosincrasia de este colectivo.
La Europa de las dos velocidades: una expresión tantas veces oída desde las primeras ampliaciones del “espacio común europeo”, como eufemísticamente se le ha dado en llamar a esta Unión Europea que lo es en cuestión de mercado, pero no en otros muchos aspectos. Y es precisamente ese nexo claro, el mercado común europeo, lo que mejor define a la Unión de los 28, lo que puede convertirse en el origen y causa del estallido final que acabe con el sueño europeísta.
En este número publicamos un interesante artículo que va a tener, en los próximos meses y, sobre todo el año que viene, un interesante recorrido que puede marcar el ámbito en el que se desarrollará la actividad de transporte de mercancías por carretera, me refiero al primer (y quien sabe si último) borrador de Reglamento de Ordenación de los Transportes Terrestres (ROTT) presentado recientemente por el Ministerio de Fomento a las asociaciones profesionales de transporte.