Si algo nos ha enseñado este año, ya en clave de transporte, es que lo históricamente parecía imposible, puede que las circunstancias extraordinarias, lo conviertan en realidad.
2022 va a pasar a la historia (en general, aunque perfectamente extrapolable al sector del transporte de mercancías por carretera) como el año en que nos dimos cuenta de que el mundo se ha instalado en la incertidumbre, de que ya no podemos regirnos por “certezas” que siempre hemos manejado incluso a priori, y que luego, más o menos, acababan cumpliéndose. Esto, que daba mucha tranquilidad, parece que forma parte del pasado, pero no necesariamente tiene que ser siempre negativo….
Si algo nos ha enseñado este año, ya en clave de transporte, es que lo históricamente parecía imposible, puede que las circunstancias extraordinarias, lo conviertan en realidad. Efectivamente, ha tenido que darse una tormenta perfecta, fruto de la combinación impensable de la resaca de una pandemia, (que aún hoy en día condiciona nuestras vidas), con una guerra a las puertas de Europa y las consecuencias derivadas de estos acontecimientos que todos conocemos (ruptura de las cadenas logísticas, falta de componentes, encarecimiento de las materias primas y de los combustibles, etc, etc) para el sector dijera “basta”. Como tantas otras veces, sí, pero en esta ocasión con la conciencia de que si lo que está pasando en el mundo es realidad…¿por qué no vamos nosotros a conseguir esas demandas históricas que siempre se han estrellado contra el mismo muro?. Y va y funciona.
Aderezado eso si, con un paro de transportes, que, aunque convocado de manera muy minoritaria, “enganchó” a muchos profesionales y algunas asociaciones de transportistas al calor de ese ambiente irreal que viene impregnando estos dos últimos años.
¿Por qué no sancionar la morosidad? ¿Por qué no prohibir la carga y descarga a los conductores? ¿Por qué no meterle mano de una vez a la subcontratación? ¿Por qué no sembrar las bases para que una futura Ley de la Cadena de Transportes equilibre las relaciones entre transportistas y cargadores? ¿Por qué no?
Así que esa incertidumbre, a priori mala compañera, se convirtió en elemento seguramente decisivo para que la Administración, decidiera dar el paso adelante que llevaba años sin atreverse a dar: ¿Por qué no sancionar la morosidad? ¿Por qué no prohibir la carga y descarga a los conductores? ¿Por qué no meterle mano de una (… ) vez a la subcontratación?¿Por qué no sembrar las bases para que una futura Ley de la Cadena de Transportes equilibre las relaciones entre transportistas y cargadores? ¿Por qué no?
¿Que no todo funciona como debiera? ¿Que no se ha conseguido una ley que obligue a pagar unas tarifas de transporte que cubran los costes? ¿Que sigue habiendo tenders en los que se subasta el pan de cada día de autónomos, pymes y grandes empresas? ¿Que sigue habiendo empresas que se deslocalizan para “retorcer” la legalidad y abaratar costes? Claro. de hecho, sigue habiendo mucha gente que piensa que eso va a seguir siendo así siempre, que nada va a cambiar…Sin embargo también se puede pesar que eso responde a la forma de pensar de antes, cuando todo se regía por “certezas”: siempre ha sido así y ahora no va a cambiar de la noche a la mañana.
Pero ocurre que ahora nos movemos en la incertidumbre, esa que nos descoloca y nos preocupa, y nos obliga a estar permanentemente en guardia, pero que hace posible cosas impensables hace tan sólo un par de años, y entre ellas algunas positivas, por las que merece la pena seguir trabajando.
Seguro que el esfuerzo realizado hasta ahora por profesionales, asociaciones, órganos de representación como el Comité Nacional de Transporte por Carretera (seguramente poco reconocido y muy criticado) y la propia Administración, a la que hay que reconocerle una disposición a cambiar los viejos “equilibrios de fuerzas” no vistos hasta este momento, no ha conseguido todo lo que este sector necesita y que es mucho el trabajo que aún queda por delante. Eso si es una certeza.