EDITORIAL: ¿Y del gasóleo qué?

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Llevamos cerca de un mes desayunando todos los días con la noticia de que la electricidad alcanzará hoy un máximo histórico, día tras día, sin que a simple vista se vislumbre en el horizonte el momento en el que el mW/h vuelva a tener un precio “pagable” por el común de los  mortales. No hablemos ya de las empresas, que están viendo como sus pocos o muchos beneficios se van por el desagüe de la factura de la luz.

Esta situación va a durar más de lo deseable. Esta semana una experta en la materia nos adelantaba que en 2022 aún  sufriremos las inclemencias de un mercado energético al alza... Vamos, como para empezar a hacer acopio de velas.

Para el sector del transporte por carretera, sin dejar de ser un tormento el tener que pagar la electricidad a 200 euros el megavatio/hora, como para cualquier mortal, en principio lo que sí viene es a sembrar ciertas dudas sobre la  extraordinaria “volatilidad” de un mercado del que, en un futuro no muy lejano, va a depender la movilidad de buena parte de la distribución de mercancías en entornos urbanos y, unos pocos años después, la de la gran ruta de larga distancia. Vamos a necesitar más estabilidad en el mercado energético si queremos que las empresas de transporte empiecen a confiar en la movilidad eléctrica.

La pregunta es obvia: ¿Cuántas empresas de transporte están trabajando al coste por kilómetro que marca el Observatorio de Costes?  ¿Cuántos transportistas están trabajando por debajo de sus costes de explotación?

 

Pero, dejando a un lado el problema de la electricidad, lo que verdaderamente le está haciendo un “roto” importante al transporte en sus ya de por si precarias economías, es el incesante aumento del precio del gasóleo. Según los datos publicados a finales de septiembre por el Boletín Petrolero de la Unión Europa, el precio medio del litro gasoil, se ha pagado de media a 1,291 euros, lo que supone un 0,9% más que la semana anterior y el nivel más alto desde mediados de octubre de 2014, que no es ninguna broma. De hecho, en comparación con un año atrás, el litro de gasoil ha subido un 25,3%.

La consecuencia que esta subida tiene para una empresa de transporte es obvia: un incremento de los costes de explotación, que ya en el segundo trimestre del año se incrementaban en un 2’6%, (2’8% en el caso del vehículo articulado frigorífico). Eso sin contar que el observatorio de precios refleja de igual manera un ligero descenso de los precios que se cobran. 

Sin contar con que en estos tres meses (julio, agosto y septiembre) el gasóleo ha seguido subiendo de manera constante, podemos afirmar que el coste unitario por kilómetro recorrido para un vehículo articulado de carga general se sitúa por encima de los  1´15 €/km. 

La pregunta es obvia: ¿Cuántas empresas de transporte están trabajando al coste por kilómetro que marca el Observatorio de Costes? ¿Cuántos transportistas están trabajando por debajo de sus costes de explotación? Y la última… ¿Por qué nos extraña que este sector se esté quedando sin relevo generacional, cuando los profesionales que rondan los 55 o 60 años (un porcentaje demasiado elevado del total) deciden abandonar la profesión?

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